Mateo 16
La pregunta que debemos hacernos para saber si somos iglesia es: ¿qué nos hace ser iglesia y para qué somos iglesia? La primera respuesta es clara y te invito a leer lo que sucede en los versículos 15,16,17 y 18 del capítulo 16 de Mateo. Somos iglesia cuando aceptamos a Jesús como hijo del Dios viviente. Me encanta la manera en que Jesús responde: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (RVR1960) ¡Qué tremendo es saber que no necesitamos a un hombre que nos revele la verdad! Esto significa que a nosotros nos corresponde leer, escuchar, orar, ayunar, buscar, y escudriñar, pero a Dios Padre le corresponde y le place revelar. Jesús habló y puso su palabra en acción, pero Dios es quien le revela a Pedro que Jesús era el Mesías. Ahora bien, Pedro pudo tener esa revelación porque había permitido que Jesús entrara a su vida y eso le dio la oportunidad de escuchar, dudar, aclarar, ver y luego manifestar que Jesús en efecto era el hijo del Dios viviente. Así que, respondiendo a la primera pregunta, lo que nos hace iglesia no es una denominación, no es una regla humana, no es una ofrenda, o un lugar de reunión. Lo que nos hace iglesia es la revelación de Dios a nuestras vidas de que Jesús es su hijo, y que a través de Él somos salvados de la muerte y llamados hijos de Dios.
Por otro lado, mi respuesta de para qué somos iglesia está en Mateo 16:18, donde Jesús le dice a Pedro “sobre esta roca edificaré mi iglesia”. Hay mucho debate sobre ese versículo y lo que significa, pero yo quisiera que lo analizáramos de una manera sencilla. Si al aceptar a Jesús como nuestro Salvador ya no vivimos nosotros y es Cristo quien vive en nosotros, pues pasamos de un estado débil a un estado sólido. Pues una forma de verlo es que Pedro es la primera persona que tuvo la revelación de que Jesús era el Mesías y por esa razón es “la primera piedra” de la iglesia. O sea, que mientras más personas aceptaban a Jesús como Salvador, más rocas había para sostener la edificación. Si has observado la ceremonia de una primera piedra, sabes que es un símbolo de que en ese lugar comenzará una obra. La “primera piedra” no es la que sostiene la edificación. En ese sentido, hay que reconocer que Jesús es la base de la edificación y no Pedro. Él comenzó la obra y la terminará. ¡Ahora somos rocas por medio de Jesús, porque Él es la verdadera roca que nos sostiene!
Te pregunto: ¿crees que Jesús es el hijo de Dios? En este momento estás en la posición de Simón y los demás discípulos. Si tu respuesta es afirmativa, eres una roca dentro del cuerpo de Cristo. Y así como Jesús cambió el nombre de Simón a Pedro, el tuyo es cambiado también. Básicamente, al aceptar que Jesús es tu Salvador, tu yo es cambiado por un Él. Ya no vives tú, sino que Cristo vive en ti. Esta es la parte que muchos de nosotros olvidamos y quizás otros ignoran.
Entonces, mientras se nos es revelado en cuál parte del cuerpo vamos a servir, todos podemos y debemos servir como rocas fuertes del evangelio. Esto lo logramos viviendo por Cristo y para Cristo. Recordando y aceptando que Él es quien tiene las llaves del cielo, venció a la muerte, resucitó y su palabra nunca dejará de ser. A nosotros nos corresponde continuar unidos, piedra con piedra, para así lograr mantener de la mano de Jesús una iglesia viva, verdadera, fuerte y eficaz. ¡Enfoquémonos en hacer la voluntad de Dios y Él se encargará de la nuestra! No me creas a mí, te exhorto a leer, escuchar, escudriñar, buscar, orar, ayunar y preguntar. Dios quiere revelarte su verdad. ¡Qué Dios te bendiga!
Atentamente,
A. Lamboy
