Me dijeron: «Las cosas no andan bien. Los que regresaron a la provincia de Judá tienen grandes dificultades y viven en desgracia. La muralla de Jerusalén fue derribada, y las puertas fueron consumidas por el fuego». (Nehemías 1:3 NTV)
¿Cuántos de nosotros nos podemos identificar con ese versículo? Es claro que todos en algún momento de nuestras vidas hemos recibido malas noticias. Lo que puede diferenciar a cada uno de nosotros es como las manejamos. Muchos dirán ”yo no lloraría, porque la vida debe continuar”. Otros caerían en una depresión y al igual que los primeros no harían nada al respecto. Nehemías tuvo un balance y su respuesta me parece grandiosa y un ejemplo a seguir en los días dónde nosotros o alguien cercano a nosotros recibe malas noticias. Así también, cuando sucede un evento donde el enemigo penetra y destruye el muro que hemos construido para nuestra protección y el alcance de la obra de Dios.
Es evidente que la obra de Dios siempre se cumplirá, pero no es conocido cuándo, ni dónde serán los ataques que recibiremos para que no se logre. Muchos de nosotros hemos vivido ataques y a veces hemos vencido, pero en otras ocasiones nos hemos alejado y desviado de la obra que Dios quiere que hagamos. Esto no tan solo nos ha pasado a nosotros, es probable que algún familiar, hermano, amigo, conocido o desconocido haya pasado por esta situación. Mi pregunta es ¿Cómo podemos ser parte de la reconstrucción de lo destruido? ¿Cómo podemos lograr el favor de Dios para que nos ayude en la reconstrucción? ¿Cuál es el proceso que debemos seguir para poder culminar lo que comenzamos a construir? Al menos esas fueron las preguntas que me vinieron a la mente cuando leía este libro de Nehemías. Por eso, he decidido hacer una serie de mensajes acerca de cómo volver a construir ese muro que nos defiende del enemigo.
Primeramente debemos reconocer que cuando el muro es destruido por el enemigo viviremos con grandes dificultades y en desgracia. Así estaba el pueblo de Dios cuando derribaron su protección. De hecho sus puertas habían sido quemadas con fuego. Eso significa que el enemigo no tan solo quería derribar su protección, también quería destruir cualquier forma de cerrarle el paso para cuando quisiera volver. Hermanos, eso hace la desobediencia en nuestras vidas. El enemigo quema las puertas de salida para que pensemos que no podremos cerrar más la entrada a sus órdenes y deseos. Pero hay maneras de volver a reconstruir el muro y una puerta nueva para protegernos nuevamente. El pueblo de Dios ya estaba derrotado física y emocionalmente, pero hubo un mensajero. Hubo alguien que habló y expuso la situación en que vivía su pueblo.
Ese mensaje no se le llevó a cualquiera. Se le dio a alguien que por su cercanía con el rey, disfrutaba de su confianza. Esa persona fue Nehemías. Cuando Nehemías escuchó las palabras de Hanani se sentó y lloró. También, hizo duelo por algunos días, ayunó y oró delante del Dios de los cielos. Así que nosotros al recibir un ataque o mala noticia, no deberíamos actuar a la ligera. Primero debemos sentarnos y desahogar nuestros sentimientos, no actuando en base a nuestras emociones, sino más bien conociendo nuestras heridas y entonces trabajar en nuestra restauración. El pueblo de Dios estaba pasando por una pérdida, por lo que Nehemías pudo haber enfrentado la negación, ira, negociación, depresión y aceptación de los hechos. Cuando estuvo listo ayunó, se apartó de todo lo que lo distraía de entrar en la presencia de su Dios y entonces habló con Él.
Lo impresionante es que no le echó la culpa de lo que había pasado. Tampoco le echó la culpa al enemigo que había destruido el muro. Nehemías se responsabilizó y responsabilizó a su pueblo por lo que había sucedido. ¡Qué tremenda lección! ¿Cuántos de nosotros culpamos a otros por lo que sucede?¿Cuántos no hemos tomado el tiempo de analizar el evento o las malas noticias? ¿Cuántos de nosotros nos hemos hecho responsables de algo que haya hecho otra persona? Muchos de nosotros podemos preguntarnos qué tiene que ver algo que pasó en otras tierras, lugares, o territorios con nosotros. Yo entiendo que la respuesta está en la oración de Nehemías.
Sí leen el texto, sabrán que Nehemías comienza su oración reconociendo la grandeza y la fidelidad de Dios para con su pueblo. «Oh Señor, Dios del cielo, Dios grande y temible que cumples tu pacto de amor inagotable con los que te aman y obedecen tus mandatos,» (Nehemías 1:5 NTV)
Lo que reconoció Nehemías fue el poder de Dios y la aceptación de que Él y su pueblo no estaban obedeciendo sus mandamientos. Lo confesó diciendo: “¡escucha mi oración! Mírame y verás que oro día y noche por tu pueblo Israel. Confieso que hemos pecado contra ti. ¡Es cierto, incluso mi propia familia y yo hemos pecado! Hemos pecado terriblemente al no haber obedecido los mandatos, los decretos y las ordenanzas que nos diste por medio de tu siervo Moisés.” (Nehemías 1:6-7 NTV) Esa es la confesión que debemos dar al padre cuando el enemigo a consecuencia de nuestra desobediencia rompe el muro de protección que nuestro padre construyó para nosotros.
Quiero señalar que debemos conocer las Escrituras, no tan solo para conocer y confesar nuestra desobediencia a sus mandamientos, ordenanzas y estatutos, sino también para conocer las promesas que en ella están escritas. Nehemías conocía del juicio de Dios por la desobediencia, pero también conocía la promesa de restauración si él y su pueblo se arrepentían de su pecado. Esto se puede observar cuando ora diciendo: »Te suplico que recuerdes lo que le dijiste a tu siervo Moisés: “Si me son infieles los dispersaré entre las naciones; pero si vuelven a mí y obedecen mis mandatos y viven conforme a ellos, entonces aunque se encuentren desterrados en los extremos más lejanos de la tierra, yo los volveré a traer al lugar que elegí para que mi nombre sea honrado”. (Nehemías 1:8-9 NTV)
¡Qué bueno es saber que hay alguien que fue enviado para dar un mensaje difícil a nuestra vida! Ese mensaje es que nuestro muro fue destruido a causa de nuestra desobediencia, pero Jesús quién está cercano al Rey nos enseñó que hay promesa para quienes lo aceptan como Señor y Salvador. ¡Regresemos a obedecer sus mandamientos para que su nombre sea honrado! Te invito a que si algún evento o alguna mala noticia te ha hecho vivir en dificultad, te ha hecho sentir derribado y sin esperanza, que tomes un tiempo de reflexión. Asimismo te invito a que te alejes de todo lo que te distraiga de tu Dios y aliméntate de su palabra. Conoce lo bueno y lo malo y reconoce tu responsabilidad dentro de la situación. Confiésate ante Dios y recuérdale su promesa de restauración. Desde ese momento comenzarás a reconstruir la obra que se había destruido por el enemigo. ¡Éxito!
Con mucho amor,
A. Lamboy
