Pecamos y fallamos, es una realidad que no podemos negar. La necesidad de un salvador para nuestra vida es algo que no podemos olvidar y qué bueno que Cristo pasó el proceso de la cruz para ofrecer el perdón para nuestros pecados y es un perdón que no expira, siempre que haya arrepentimiento Jesús nos perdona. Y aún aquellos que luchan con un mismo pecado, Dios mira tu corazón y no te abandona, sino que te ayuda a que seas libre.
Otra realidad es que el pecado trae el sentimiento de culpa, y ese es un sentimiento peligroso si los abrazamos. La culpabilidad en un principio tiene su propósito, es revelarnos que hicimos algo y llevarnos al arrepentimiento, llevarnos a los pies de Cristo. El peligro es que al sentir ese sentimiento de que hicimos algo mal, este no nos permita ir hacia el perdón de Cristo. Nuestra mejor arma es abrazarnos a la gracia y misericordia de Dios. Qué bueno que existe el mensaje de esperanza, y no hay requisitos, solo dar un paso, el paso de ir a Cristo. Los cambios vienen una vez damos entrada a la vida en Cristo, pero la culpabilidad muchas veces no nos deja dar ese paso. Muchas veces en una iglesia pueden hacer un llamado para ir a Jesús o puede haber alguien que te está hablando de Jesús y tú quieres correr al altar, pero el sentido de culpabilidad y vergüenza no te deja ir a recibir el amor de Dios.
Una cosa que se nos hace difícil entender es que el perdón y la salvación en realidad la adquirimos solo por la gracia de Dios sobre nosotros, nada que hagamos bueno o malo nos da la salvación, sino son frutos de esa gracia en nosotros. Lo dice en Efesios 2:8-9 “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, {sino que es} don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Es algo normal que al pecar nos sintamos mal, pero el error es quedarnos ahí y no entender la misericordia de Dios y que nada que hagamos no puede ser lavado con la sangre de Cristo.
En Juan 8: 3-11 vemos el ejemplo de la mujer que fue sorprendida en el acto de adulterio y estaba siendo apedreada por los fariseos cuando llega Jesús y solo con trazar una línea hace que los hombres dejen de tirarle piedras y le pregunta a la mujer dónde están los que te acusan, y termina diciéndole yo tampoco te condeno ve y no peques más. La mente y la culpabilidad te pueden atacar pero Jesús ya trazó la línea y nos pregunta quién nos condena.
En este ejemplo en particular, la culpabilidad viene de dos lados, tienes un grupo de personas que la estaban juzgando y eso aumenta el sentimiento de cupla que ya ella podía tener en su corazón. Y Jesús con el simple acto de trazar la línea y recordarles que nadie esta libre de pecado la relevó de la culpabilidad que la sociedad le impuso y luego con decirle yo tampoco te juzgo le deja saber a su interior que hay perdón para su pecado, que se levante y deje de pecar.
Mi enfoque hoy es compartir ese mensaje de esperanza, donde vemos un Dios que nos ama y que si volvemos a él, nos recibe. No dejes que la culpabilidad te aleje de recibir el perdón y la salvación que por gracia ya Jesús nos dio.
¡Dios les bendiga!
Luis
