En el artículo anterior hablamos de cómo en muchas ocasiones nos acostumbramos a vivir en pecado, en ausencia de Dios, en malas relaciones amorosas y familiares, en dolor y esclavitud. No debemos sentirnos culpables o juzgados por tener esa experiencia, debido a que tiene propósito y explicación. La verdad es que nuestra experiencia, mientras más tiempo pasa se vuelve costumbre y nuestra costumbre se vuelve la norma. Es por esta razón, que luego se nos hace difícil cambiar lo que pensamos o vivimos por lo que debe ser, porque es lo que conocemos y lo que sabemos vivir, aún cuando nos afecta emocional y físicamente. La buena noticia es que hay salida a esa carretera que parece cerrada. Dios quiere que te apoderes de tu talento y habilidades para que camines hacia adelante, aún cuando no puedas ver el camino o la salida. Cuando decides dar un paso al frente y decirle a Dios que quieres que Él sea el Rey de tu vida, de tu pasado, presente y futuro, Él te abrirá el camino hacia la liberación de tu alma. Además, hará que tu agresor falle en el intento de esclavizarte nuevamente.
Vamos a la palabra de Dios en Génesis capítulo 14. Ya el pueblo de Israel había accedido a salir de Egipto con Moisés y el Faraón había aceptado liberarlos. Cuando Israel comienza su marcha y se dispone a salir de Egipto, el faraón se arrepiente de liberarlos. Una de las posibles razones, era porque no tan solo se iba un pueblo, sino también la mano de obra que hacía prosperar a Faraón. A veces el enemigo no quiere que salgas de su lado, porque tú eres quién le da valor, poder y prosperidad. Faraón no quería perder su mano de obra y su poder ante su pueblo, así que buscó todo su ejército, sus carros y fue junto a ellos para recuperar al pueblo de Israel.
A todos los que somos hijos de Dios y por lo tanto pueblo de Dios, el enemigo de las almas nos persigue y así como el Faraón, nos atacará con todo lo que tiene, porque sabe a quién está enfrentando; Se está enfrentando a Dios, no a nosotros. Un buen ejemplo de esta aseveración, es que cuando el pueblo de Israel ve que el Faraón viene en su ataque, se asustaron y comenzaron a reclamar a Moisés, pero él les contestó que Dios los iba a librar del Faraón para siempre. El pueblo de Israel no sabía qué hacer y no se sentían capaces de derrotar al ejército de Egipto. Es normal sentirse de esa manera cuando llevas siendo exclavo de tu agresor por tanto tiempo, que no puedes valorar quién eres, a quién representas y quién está contigo para ayudarte a defenderte. Dios le dice a Moisés que ponga su vara en el mar rojo y que el pueblo de Israel comenzara a marchar y así lo hicieron.
Es probable que pienses que no vale la pena marchar porque no ves que haya camino para andar, pero hoy quiero decirte que aún cuando no veas camino, Dios puede abrirte camino a tu salvación. Nuestro Dios abrió el mar en dos y el pueblo de Israel pasó caminando. Antes no había salida y Dios les preparó una. Ese es el Dios que te dice levántate y ponte a marchar que Yo abriré el camino hacia tu liberación. Y esto no se queda ahí, Dios también permitió que el Faraón persiguiera a Israel, porque Él necesitaba que Israel pudiera experimentar el cuidado y la protección del Dios que los sacó y liberó de Egipto. La historia termina con un pueblo liberado de la esclavitud y un agresor destruido por el Dios que los protegió.
Quisiera que recordemos que cuando el agresor ataca, lo hará con todo, porque sabe que no estamos solos. El enemigo sabe que si nos unimos al Dios Todo Poderoso seremos más que vencedores. Además, que en muchas ocasiones por nuestra experiencia convertida en costumbre, nos acostumbramos a vivir como el agresor quiere que vivamos, pero Dios nos enseña que lo que tenemos que hacer es marchar a nuestra victoria. Por estas razones, debemos ser conscientes de quién está a nuestro lado y conocer nuestro valor y habilidades, para no negarnos la oportunidad de vivir una vida digna y diferente. Dios quiere liberarte de todo aquello que te separe de su amor, cobertura y libertad. Recuerda escuchar a Dios y obedecer. ¡Te aseguro que serás libre!
¡Que Dios te bendiga!
Atentamente,
A. Lamboy

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¡Muchas gracias!