En el libro de Hechos 9:1-16 vemos como Saulo (antes de ser Pablo) pide permiso para ir a Damasco para buscar cristianos y llevarlos atados a Jerusalén; Jesús se le aparece, lo deja ciego y le dice que espere en la cuidad donde se le dirá qué hacer. Después llega Ananías, le devuelve la vista y fue lleno del Espíritu Santo. En unos días empezó a predicar sobre Jesús.
Cuando pienso en la palabra restaurar pienso en tomar algo que se rompió y volver a juntar las piezas que aun sirven y cambiar aquellas que no sirven para que vuelva funcionar como es debido. Sigamos con el ejemplo de Saulo, su función no era ir matando cristianos, por ende Jesús tuvo que romperlo (ciego), apartarlo para arreglarlo (los días que espero al que Jesús le dijo que enviaría) y entonces le devuelve la vista (lo restauró) y alcanzó su función correcta que fue llevar el evangelio.
Luego de ser restaurado por Dios, Pablo fue un instrumento poderoso en las manos de Dios para llevar el evangelio. Eso me habla de la gran posibilidad que tenemos, si dejamos que Dios nos restaure, podremos ver su obra en nosotros y ser instrumentos para su gloria. Y no me refiero en términos de ministerios nada más, sino que donde quiera que vayamos veamos su obra y alcanzar aquellos que no conocen de Dios.
Tampoco mi enfoque es que ahora nos comparemos y pensemos que haremos lo mismo de Pablo, no se trata de hacer lo mismo que otros o lo que pueda pasar por nuestra mente, se trata de hacer lo que Dios quiera y que nos use como él quiera. Lo que debemos entender es que esto es diario, no podemos pensar que ya Dios terminó, sino cada día ir a su presencia y que una parte diferente sea restaurada. Que mejor ejemplo que Jesús que siempre sacaba tiempo para orar y estar con Dios.
Todo esto lo pensé, porque me puse a pensar en lo difícil que se nos hace sacar tiempo de orar y de estudiar la palabra. Andamos tan distraídos en tantas cosas del mundo que nos conformamos en donde estamos en nuestra relación con Dios o peor ni pensamos en Dios. No tienen que ser cosas malas, pero el enemigo sabe que mientras estemos distraídos no alcanzaremos nuestro máximo potencial.
Como a Pablo, todos los días Jesús nos llama y nos pregunta qué hacemos, pero ahora depende de nosotros el mirarnos e ir a las manos del alfarero. Tenemos mucho que dar como iglesia y cada cual como individuo. A veces es difícil de creer y tal vez el no ver eso posible en nuestra vida hace que busquemos menos de Jesús y en su presencia ser renovados y dejar que de verdad él haga su obra en nosotros.
¡Dios les bendiga!
Luis
