En Lucas 5:17 al 26, podemos leer la historia de unos hombres que cargaban a un paralítico, con la intención de ponerlo frente a Jesús. Ciertamente, ellos creían que Jesús iba a sanar a su amigo.
Me gustaría que reconozcamos que, en ese momento histórico, Jesús estaba enseñando y la gente, incluso con mucho conocimiento de la ley, estaban sentados escuchándolo. Estas personas venían de todas las aldeas de Galilea, Judea y de Jerusalén. O sea, Jesús hablaba y hasta los políticos, sacerdotes y doctores de la ley venían de otros lugares a escucharlo. Además, el mismo versículo termina diciendo: “y el poder del Señor estaba con Él para sanar.” (Lucas 5:17 RVR1960)
Por lo tanto, no debe extrañarnos que estos hombres reconocieran la importancia de aquel hombre, a quien la gente escuchaba y muchos testificaban que habían sido sanados por Él.
A mí parecer, de esta historia siempre escuchamos la importancia de tener amigos que crean y nos acerquen a Jesús, pero yo en esta ocasión quiero escribir sobre lo que hicieron los amigos para llegar frente a Jesús y sobre lo que pensaron muchos de los intelectuales que estaban presentes cuando Jesús perdona y sana al paralítico.
En mi opinión, el hecho de que estos hombres no hayan podido llegar a Jesús de una manera tradicional o fácil, me hace entender que no siempre podremos ir o llevar a alguien frente a Jesús fácilmente. Al igual que en ese momento de la historia, habrá momentos donde mucha gente estará delante de nosotros y tendremos que ser creativos. Incluso, en ocasiones deberemos esforzarnos más, para llamar la atención de Jesús.
Jesús vio el esfuerzo y la fe de esos hombres. Él observó su perseverancia y creatividad. Ese esfuerzo de llegar a la presencia de Jesús rindió frutos. Jesús dijo: “Hombre, tus pecados te son perdonados” (Lucas 5:20 RV1960)
Tranquilos, sé que muchos estarán reflexionando con preocupación sobre esto, así como lo hicieron los doctores de la ley. Muchos cavilaron, o sea, pensaron con insistencia sobre lo que Jesús dijo, porque dudaban que Él pudiera perdonar pecados. Por lo tanto, dudaron de Jesús diciendo: “¿Quién es este que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Lucas 5:21 RVR1960)
¿Cuántos de nosotros hemos dudado del poder de Dios o de personas que lo representan aquí en la tierra? He notado que muchas personas, incluyendo cristianos, mientras más conocimiento tienen de la vida y el mundo, más limitan a Dios quien lo da. Y por esa razón, no se esfuerzan para recibir un milagro o peor aún, no se exponen a su palabra para no creer o no reconocer que deben ser perdonados por Él.
Yo confieso que en ese momento histórico, es muy probable que, yo hubiera sido uno de los hombres que pensó y caviló. Me parece que estuviera preguntándome ¿por qué decir tus pecados te son perdonados? Si los hombres lo que querían era que Jesús sanara a su amigo.
¿Y saben algo? Imagino a Jesús diciéndome: “¿por qué piensas así en tu corazón? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?” (Lucas 5: 22-23 RVR1960)
Jesús sabía en aquel instante y sabe hoy día, que nuestra enfermedad principal es precisamente el pecado. Ya sea el pecado original o nuestro pecado actual. Y solo Él tiene el poder para sanar la mayor enfermedad que existe en el mundo y restaurar nuestra alma para que podamos vivir. Esa sanidad solo viene a través de la sangre de Cristo, que nos limpia de todo pecado. Y esa limpieza viene cuando nos esforzamos para estar en su presencia, nos arrepentimos y lo aceptamos a Él como nuestro único salvador.
Por esta razón, Jesús dijo a aquellos hombres, me dijo a mí y probablemente a ti: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.” (Lucas 5: 24 RVR1960)
Pues es mi pensar, que si nosotros, en algún momento, nos encontramos el camino bloqueado o hay gente que nos hace dudar de Jesús, tenemos la opción de ser perseverantes, creativos y esforzados, para ir a la presencia de nuestro Señor y rendiremos frutos. “Y entonces sobrecogidos de asombro, glorificaremos a Dios: y llenos de temor, diremos: Hoy hemos visto maravillas.” (Lucas 5:26 RVR1960)
No limitemos su poder, por nuestro conocimiento. ¡Esforcémonos y seamos perseverantes en la fe! Tengo la certeza de que veremos a Dios obrar.
¡Dios les bendiga!
Con amor,
A. Lamboy
